Desde que inicialmente fueran concebidos para usos
militares, la versatilidad de los drones ha ido en aumento y hoy en día son de
gran utilidad para cartografía, vídeo, fotografía, monitoreo de cultivos,
rescate, protección civil, entretenimiento y otros usos que incluyan
avistamientos, maniobras y captura de información e imágenes.
Existen múltiples tipos de drones, pero por regla general
suelen clasificarse en dos según su uso: civiles y militares. Dependiendo del
modelo, algunos son controlados desde una ubicación remota, mientras que otros
pueden llegar a volar de forma autónoma mediante sistemas de programación
previa.
Arturo Cadena, estudiante de Electrónica y
Telecomunicaciones de la Espol, explica que los componentes principales de un
dron son los propulsores que están conformados por un motor eléctrico y por una
hélice. “La función del motor eléctrico es transformar la energía eléctrica en
energía mecánica y al momento que la hélice gira genera un flujo de aire”, dice
Arturo. De este flujo parte una fuerza de empuje que logra elevar el dron,
es importante que esta fuerza de empuje sea la exacta para que el dron mantenga
estabilidad, para esto se requiere un sistema de control o controlador de vuelo
(cerebro del dron), que a través de una programación en una PC, mediante un
software, se encargue de sistematizar la velocidad exacta en la que tiene que
girar el motor en cada instante de tiempo.